Samba Pa Ti… Celso De Olveira

 

 

Los entrenadores de niños en los años sesenta tenían, en su razón de ser, el germen de la pedagogía sembrado empíricamente. Sin cursos FIFA ni carnets del Colegio de Entrenadores, mucho menos supervisión FVF. Al estilo macondiano, eran viejos sabios del balón. Si. Entrados en años, en su gran mayoría, estos patriarcas del rectángulo nos enseñaban , a su imagen y semejanza, el fútbol que alguna vez practicaron en su juventud. Sin manuales ni pensum establecido, intentaban inyectarnos sus vivencias personales e inculcarnos los conceptos adquiridos en sus pasados brillantes.

 

Celso de Oliveira fue una excepción. Futbolista profesional activo para entonces, rompía ese molde patriarcal de sus colegas y transmitía una imagen juvenil y dinámica, propia de su condición de atleta profesional activo. Sobrecargado de energía, exagerado en sus gestos y lenguaje corporal, gritón y sobre revolucionado…patentó un estilo propio y novedoso en la línea de cal del Colegio Claret. No era usual para ese entonces, que los equipos infantiles tuvieran a un jugador profesional, y brasileño, dirigiendo sus destinos.

 

Así lo conocí. Detestándolo. Si. Dije: Detestándolo. No era para menos. A pocas cuadras del Claret se encontraba el Centro Juvenil Don Bosco, mi Alma Mater futbolística, divisa de mis amores que todavía llevo incrustada en el corazón y a la que le debo los momentos mas felices de mi infancia y adolescencia. Contra ellos disputábamos el Clásico de la Rómulo Gallegos y mas allá de los puntos en disputa, la acérrima rivalidad con nuestros vecinos se trasladaba a un tema socio económico y cultural. El barrio contra la urbanización. El pobre contra el rico…y vaya usted a saber cuantas culebras personales se dirimían en esos duelos.

 

El Infantil C del Don Bosco era, en ese entonces, infinitamente superior a los “brasileños” del Claret. Si. Celso les impuso la camisa amarilla con vivos verdes y el pantalón azul…pero, para nuestra desgracia, ellos contaban con un prodigioso atacante que no tenía parangón para entonces en su categoría: El Chango Cañas. Con el Chango compartí una Selección Miranda en unos nacionales Infantil A y seguí su paso al todopoderoso Portuguesa y Selección Nacional hasta que en un quirófano convertido en carnicería acabaron tempranamente con su rodilla y su carrera.

 

Volviendo al Infantil C, al Clásico y a Celso, pues resulta que ante la superioridad bosconiana, el DT se encomendaba, literalmente, a los milagros que su endemoniado crack tenía a bien realizar y que, de paso, materializaba frecuentemente. Ese día ganamos con un resultado abultado: 7 a 5. Con 5 goles del Chango. Cinco puñaladas que Celso gritaba, celebraba, bailaba, sambaba exagerada y caricaturescamente ante un impávido e inamovible Emilio Huguett, nuestro veterano DT catalán, de otra escuela y otros modales, que inmutable ante el escándalo de su colega solo atinó a decirle: “Anda a que te den, brasileño”.

 

Esas fueron las primeras imágenes que tuve de Celso. Ya la prensa me había reseñado su gol de los cuatro segundos y lo había admirado, de lejos, en mis acostumbradas visitas dominicales al Olímpico. Elmo, Mateo, Paulinho, Fagúndez, Helio, Jair formaban, entre muchos otros brasileños junto a Celso, el prototipo de ídolo, hasta que en Junio de 1970 , Pelé y su Corte nos regalaron Vía Satélite, el primer mundial que Venezuela entera pudo ver. Una primera plana de El Nacional nos regaló, al día siguiente de la final, la fotografía de un exaltado Celso, redoblante terciado, rodeado de paisanos, celebrando a ritmo de samba por Sabana Grande su tricampeonato mundial.

 

Gracias a Jurandir Procopio y sus tertulias musicales en la diminuta covacha de la Avenida Libertador pude abrazar a Celso,ya adulto, y contarle entre batucadas y espumosas la inmensa arrechera que le tenía de niño. Riéndonos a carcajadas, al ritmo del bombo de Matías, el tambor del Mulato y Fagúndez, el pandeiro de George, así , guiados por sambas interminables recordamos esos enfrentamientos, evocamos la magia del Chango, sellamos las pases y nació una amistad que perduró por décadas. Gracias a esos encuentros musicales, donde entre samba y samba, hablábamos de fútbol, pude descubrir a un excelente ser humano, humide, sencillo y afable que borró de cuajo las imágenes extrovertidas de mi Clásico del Infantil C.

 

Hace pocos días, adelantó su camino hacia el sitio donde, tarde o temprano, todos partiremos. Me produce una inmensa satisfacción recoger en el sentir colectivo que las positivas opiniones que dejó Celso en mi, son denominador común entre todos quienes lo conocieron. Descansa en paz.