¿De dónde carajo es Yulimar?

 

Los grandes atletas son de sí mismos. De los días solitarios en que nadie los ve. Del drible de las circunstancias de sus vidas silvestres. Del duro régimen de sus dietas y noches estrictas. De los días aciagos de las lesiones. Del empeño de sus entrenadores y la convicción de sus familiares, amigos y compañeros,  si es que la tienen.

 

Son de Dios que les dio genéticamente condiciones excepcionales, que nadie planificó. Son de la suerte y el azar de no encontrarse mejores que ellos en su mejor momento. Son del empeño y el sueño por trascender contra todos los obstáculos. Son de quienes aparecen temprano en sus vidas y los apoyan y les dan aliento.

 

Los grandes atletas, no son de los oportunistas que sacan pecho valiéndose de la ola de popularidad del portento. Ni del vecino que jugó carritos con ellos y los invitó más de una vez a la rumba, a dejar de ser pajúos con esa entrenadera. Ni de los narradores o periodistas que se desgañitan con sus marcas o récords, vociferando gestas, sin conocer la historia detrás del héroe…

 

Yulimar pudo haber sido una vendedora de empanadas en el mercado de su pueblo, una madre prematura a los 13 años, una flaca jirafaica hecha añicos por el bulling de sus amiguitos. Una más,  esperando una cajita de comida o marcando un cupo en una cola de gasolina. Una más, buscando la huida de un país que apremia.

 

Los grandes atletas son de otro planeta. Como Yulimar, del Barcelona catalán, española, colombiana, latinoamericana, de Nike, de sus cosas más íntimas.

 

#Venezuela es sólo una etiqueta de su gloria.