Descorchando Vino tinto en el exterior

 

Hace 22 años tener un futbolista venezolano en el exterior era una gran hazaña y que este fuera figura en su club aún más atípico. Eran otros tiempos de nuestro malogrado fútbol que en ese entonces era catalogado como “Cenicienta” a nivel de selecciones y el “pasaporte” pesaba demasiado (y si, aún sigue pesando, aunque cada vez los criollos le van quitando carga con sus actuaciones).

 

Comenzando el siglo XXI, antes de la llegada del profesor Richard Páez a la selección de Venezuela, la que comenzaron a denominar “La Vinotinto”, para darle ese sentido de pertenencia que no teníamos en nuestro fútbol, un tal Juan Arango comenzó a deslumbrar por encima de los demás, incluso de los Luis Mendoza y Stalin Rivas, quienes siguen estando entre los más importantes del fútbol venezolano. Con la zurda de oro haciéndose notar en Europa y en la selección, se fueron abriendo puertas para que otros criollos, a cuenta gotas fueran alistando maletas y buscarán un mejor futuro fuera de nuestro país, algunos con más fortuna que otros.

 

Dos décadas después la erupción de jugadores criollos por el mundo ha ido incrementándose de forma vertiginosa, muchos con resonadas actuaciones que le han valido para ser considerados por equipos renombrados, aun faltando -según algunos entendidos- los futbolistas criollos que se establezcan en equipos “élites”, llámense FC Barcelona, Real Madrid, Juventus, Manchester (City o United), Bayern Munich, clubes a los que todos los que se consideran futbolistas y tienen aspiraciones de llegar lejos sueñan llegar algún día, donde solo Tomás Rincón llegó a estar en uno de ellos, la Juve, aunque sin establecerse como habitual, durando poco tiempo su estadía.

 

Ahora bien, es verdad que no tenemos futbolistas en clubes élites, pero si tenemos en ligas élites (España, Italia, Francia, Alemania e Inglaterra), con actuaciones como la de Darwin Machis o Yangel Herrera por poner solo el ejemplo de los destacados en el fútbol español, que están por encima del promedio y que sin duda todavía no están en su punto más álgido, con proyección ascendente que les permitirán pronto dar ese salto de calidad a mediano o inclusive corto plazo.

 

Como ocurre en la sociedad, donde el éxodo de habitantes en décadas pasadas era mayor para Venezuela por sus riquezas y posibilidades de buen vivir que se le brindaba al extranjero, en cuanto al fútbol también la migración de jugadores brasileños, argentinos y colombianos era garantizada, mientras que el ingreso de un criollo a esos países para jugar al fútbol era casi una ofensa. Ser venezolano te etiquetaba para no tener el nivel de jugar en sus poderosas ligas.

 

A cuenta gotas los Rafael Dudamel, Giancarlo Maldonado, Gilberto Angelucci o José Manuel Rey iban dejando muestras de que en Venezuela si había un cambio de formación del talento futbolístico y que sus características y biotipos empezaban a estar a la par o acercarse al de argentinos, colombianos, chilenos y hasta ecuatoriano.

 

El mercado chileno fue el primero que apostó en la calidad y juventud del talento venezolano y desde hace ya varios años atrás más de una decena de jugadores se han establecido en sus ligas de primera A y B, incluso en los clubes históricos de ese país. Hoy en día Dudamel es el técnico de uno de los más renombrados, la Universidad de Chile, donde tienen además a un defensor como Luis Del Pino Mago. Pero también está un Eduard Bello quien desde que llegó la está rompiendo y es líder de un Deportes Antofagasta, o un Reiner Castro que en la B no se cansa de marcar goles.

 

Hasta 16 jugadores venezolanos llegaron a estar de manera conjunta en diferentes clubes del fútbol austral en una campaña, y era (y sigue siendo) repetitivo los duelos de criollos jornada tras jornada. Entendieron los dirigentes que además de la calidad y talento, el tema económico también les favorecía para poder contar con jugadores de nivel.

 

Luego vino la exploración (y explotación) del fútbol brasileño, luego de contar con algunos elementos en la primera división argentina, con un tal Jan Carlos Hurtado jugando en Boca Juniors. Antes un Angelucci y un Cesar “Maestrico” González también habían “profanado” esa liga con sus deslumbrantes presentaciones, admiradas por muchos, incrédulos de sus nacionalidades.

 

En Brasil, el país de la samba, del pentacampeón del mundo, donde el niño nace siendo futbolista, hoy en día contamos con cinco jugadores, de los cuales tres la están rompiendo con clubes históricos, con una importante nota. Desde hace rato Rómulo Otero encontró su lugar en el país amazónico, destacándose con una exquisita pegada en el país de grandes cobradores de tiro libre. Luego está un Jefferson Savarino, quien desde que llegó ha sido un gran asistidor y también ha demostrado que tiene pegada. Lastimosamente Jan Hurtado no ha tenido la suerte de cuajar ni en un grande como Boca ni en un chico como Bragantino.

 

Punto aparte para destacar Yeferson Soteldo. Y no es que hay que hablar de él ahora que llegó a una final y se convirtió apenas en el tercer venezolano en lograrlo, tras Dudamel y Alejandro Guerra (quien por cierto también forma parte de la legión criolla en Brasil), es que los que lo hemos seguido desde sus inicios no nos sorprende su irreverencia para jugar, pero si su capacidad para afrontar una responsabilidad tan grande como la que ha tenido en el Santos. Su frialdad para convertirse en figura del “Peixe” y la serenidad para tomar decisiones, como la de desechar una oferta exótica tentadora para muchos, que con sabia decisión le ha permitido ser la imagen de los más importantes medios de Sudamérica y parte del mundo.

 

Portar la camiseta de un club grande y de un ícono es un sueño de muchos, pero una realidad de pocos. Desde la época de Pelé hasta la actualidad que se recuerde, solo Neymar había estado a la altura del “O Rei” y al llegar aquel pequeñín futbolista de estatura, pero gigante de corazón y fútbol llamado Yeferson Julio Soteldo Martínez, al que sus compañeros le jugaban bromas en la casa club, pero que ahora respetan y admiran, se la puso sin ningún inconveniente, demostrando con sus actuaciones que era digno de llevarla puesta. No en vano, tanto Pelé como Neymar han elogiado al criollo, algo que si alguien lo contaba hace diez años atrás le dirían que estaba loco, soñado o con psicotrópicos en el cuerpo.

 

Es bien cierto que la difícil situación económica por la que atraviesa Venezuela hace que los talentosos busquen emigrar a otros países buscando la estabilidad necesaria para sus familias. Pero también es claro que sin talento no sería fácil llegar a otros países y decir soy futbolista (y venezolano) y los clubes van a invertir así por así.

 

Es prueba de que aún con las limitaciones estructurales que tenemos con diferencia al resto del continente, no solo los jugadores, sino también los entrenadores han venido creciendo y eso hace que ahora no se abra puertas sino portones para los criollos, quienes de seguro descorcharán vino tinto por toda Sudamérica y con el venir de los años los Soteldo, Savarino y el resto de los legionarios que vienen en punto de erupción tendrán marcados sus destinos en el viejo continente.

 

Son centenares de copas de vino tinto que se degustarán en el exterior, mientras en Venezuela otros trabajarán para seguir el ejemplo que sus ahora excompañeros dieron y en un presente cercano también tomar maletas y emigrar, haciendo la tarea periodística más complicada por la demanda de talentos, pero también más placentera, porque donde haya éxito de un venezolano, son buenas noticias para miles.