Directo y sin Barrera

 

 

En una familia sin antecedentes europeos, sin las presiones de gentilicios alimentados por la nostalgia ni tatarabuelos enredados en el baúl traído en un barco trasatlántico; siempre nos dedicamos a disfrutar del buen fútbol, jugase quien lo jugase. Durante el boom italiano de los 80 madrugábamos a ver el Juventus de Monsieur Platiní, Boniek y Bettega, maquinaria aceitada que rociaba al Calcio con su plantilla base de la Azurrra. El Diego con Careca y Alemao hizo del Nápoles el equipo de todos y el Roma de Falcao, Cerezo, Pruzzo y Conti nos deleitó domingo a domingo. Mi padre, de paladar exquisito por haber vivido en persona la Máquina de River, El Ballet Azul y todo el Dorado, el Mundial de Chile de la mano de Garrincha, Didí, Amarildo y todos los magos canarinhos, se reencontró con el espectáculo que llenaba la retina y se hizo televidente consetudinario.

 

Por años, ver el fútbol con mi padre se convirtió, mas que un hábito, en un acto religioso de constancia y fe. A veces los baches, propios de cada liga, nos traicionaban, pero la fe en encontrar el fútbol que nos gustaba siempre permaneció intacta.

 

Todavía nos relamíamos de gusto, con la dulzura  dejada por Los Galácticos del Madrid intacta en nuestro paladar. Teníamos frescas las piruetas de Zidane, las corridas magistrales de Figo, la pegada de Beckham, los goles de Ronaldo y Raúl cuando de la mano de Rijkaard, y en  la acera del frente, comenzaba a gestarse el nacimiento de un gran equipo.

 

Mi padre siempre tuvo un sentido especial para colocar apodos. Esa virtud, si es que puede considerarse como tal, la vivimos, o la sufrimos quizás, familiares, amigos, conocidos y cualquier ser humano que le iluminase la creatividad. En algún momento, por ahí por el 2004, me dijo emocionado: “Mijo, hoy hay que ver al Barcelona que ese pálido me encanta como juega”

 

Así, con la irreverencia y el desparpajo del vendedor ambulante, pero con el cariño cómplice de quien admira, uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol pasó a llamarse en la intimidad de nuestro hogar, simplemente, El Pálido.

 

Don Andrés Iniesta no venía tocando las puertas desde La Masía. Ya desde el 2002 estaba, literalmente, derribándolas. Hacerse paso en una de las alineaciones mas pesadas del planeta fue tarea titánica, pero el pequeño volante encontró en las sociedades el pasaporte a la titularidad. Ser el socio ideal de todas esas estrellas, marcó el sendero al estrellato.

 

En las primeras de cambio hizo del anonimato su mejor carta de presentación. Jugaba clandestinamente entre esa constelación y dejó para ellos la luz encandilante de los reflectores. Deco, Ronaldinho, Henri, Etoo, Messi,y hasta su compadre Xavi, se hacían cargo de los pinceles y dejaban la brocha gorda para Puyol, Piqué, Busquet y demás. Había la necesidad de quien equilibrara las dos caras, quien pudiera vestirse de frac y ponerse el overol. Andresito tenía esa raro don, y entre la ambigüedad de sus funciones, comenzó a ponerle firma a un estilo personal que se hizo fundamental en los múltiples títulos del Barsa y en una Selección española, que de su mano, se olvidó de perder para convertirse en constante ganadora. Vino el 2008 y Guardiola depositó en los botines mágicos del escurridizo mediocampista, toda la construcción del andamiaje de su era. Su fantasmal transitar por la zona de volantes empezó a hacerse de carne y hueso entre los pesados nombres de la nómina culé. Ya no era un acompañante de lujo, un socio ideal, sino una estrella mas, con nombre y apellido, para engalanar la marquesina del Nou Camp.

 

Procul Harum, grupo de rock icónico de los 60, impactó al mundo con un tema reconocido:”Con Su Blanca Palidez”. Con esa misma tonalidad de piel apareció este genio. Antítesis de estrella, por su baja estatura e incipiente calvicie, daba la sensación de ser empleado de un laboratorio antes que futbolista. Con el don de la invisibilidad, rondaba por toda la cancha y le ganaba los anticipos y los mano a mano a todos sus rivales. Cuando se hacía visible era para armar la gran jugada, dar el pase gol y poner a cobrar a los cracks que se beneficiaban de su claridad y visión para crear. Ellos hacían los goles que Andrés soñaba, imaginaba y gestaba. Se los obsequiaba sin mezquindad ni condiciones. Así concebía el fútbol.

 

Se guardó para si el gol mas importante en la historia del fútbol español, cuando en la Final del Mundial surafricano, ante una inexpugnable zaga holandesa, recurrió al temple y determinación de los predestinados para inventarse un derechazo letal que le dio a España la oportunidad de levantar la Copa del Mundo por primera vez. De exquisito habilitador se convirtió en verdugo definidor y todos a cobrar.

 

Cuando repasamos los goles de Messi, Suárez, Neymar, Villa, Torres y muchos mas, tanto de la azul grana como de la roja, casi siempre nos encontramos con la presencia de este crack en la gestación de la jugada, en la elaboración de la misma o en la precisa habilitación del pase gol. Te van a extrañar duende. El tiqui taca pierde a otro de sus protagonistas.

 

Entre lágrimas, mas que sinceras y conmovedoras, nos dijiste la semana pasada que te ibas. Te llevas la nostalgia por las paredes que no harás mas con Xavi y Leo. Los Locos Bajitos de Serrat y su Barsa. Nos dejas la alegría con la que jugaste y la convicción que la estética no está reñida con los resultados. Nos reivindicaste a los líricos. Gracias querido Pálido. En nombre de mi papá también. Perdónale su atrevimiento pero, así te disfrutaba. Te sentía su socio, su amigo, así nos hacías sentir cuando jugabas. El amigo de todos. El socio de todos.

 

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