Sobre amaños, me amaño..

 

                            

Para llegar a la rosa hay que tocar las espinas. Y nada más espinoso que el camino que conduce a la verdad de los grandes delitos. Si. Dije: “Delitos”. Porque el soborno está tipificado en el Código Penal como tal, y no estamos jugando carritos quienes nos atrevemos a tocar este tema. Hay que investirse con una enorme capa de responsabilidad antes de lanzar al aire suposiciones infundadas o sustentadas débilmente. Hay seres humanos de por medio que pueden salir lastimados directa o indirectamente y por eso hemos mantenido silencio, por años, ante un río repleto de piedras. Piedras trae el río.

Este oficio de comentar fútbol me ha deparado, sin buscarla, una Patente de Corso, para usurpar dignas profesiones y tener que opinar, investigar, criticar y hasta sacar conclusiones de temas anexos al balompié. Somos expertos en gramas y canchas, estructuras de estadios y sistemas de riego e iluminación, detectives rastreadores en el SAIME de identidades fraudulentas, sociólogos abanderados en barrismo y violencia, psicólogos curadores de egos y complejos de divos, en fin, la cotidianeidad nos va poniendo nuevos temas. Pero como hablamos de delitos, hoy ejerceré la que usurpamos con mas frecuencia: la de abogado. Del diablo, para ser mas concreto.

Hay delitos casi imposibles de demostrar. El adulterio, por ejemplo, solo puede comprobarse irrumpiendo, o interrumpiendo diría yo,  el recinto donde se produce el coito y precisamente en el momento exacto de la penetración carnal, con testigos y cámaras para demostrarlo. De lo contrario podría alegarse una sesión terapéutica de masajes al desnudo y se caería el caso. Fuera de allí, llamadas, cartas, mensajes, recibos de tarjetas de crédito, fotos, facturas de hotel, camisas pintadas de labial y demás caídas de los adúlteros, pasan a ser meros objetos decorativos que jamás permitirán inculpar a ninguno de los involucrados. Haría falta una confesión. Que alguno reconociera bajo juramento y ante un juez su condición de adúltero. Confesión de partes, relevo de pruebas diría el Dr. Nelson Carrero o su partner Quintero. ¿Cómo me quedó?

En ese mismo orden de ideas, y para dejarnos de coqueteos e ir directamente al grano. El soborno o amaño de partidos requiere de la confesión de quienes incurran en el mismo. De lo contrario, podríamos caer en el terreno de las suposiciones, elucubraciones y falsas acusaciones que comprometerían seriamente nuestra credibilidad, pudiendo causar daños irreparables y hasta ir presos por difamación.

Nuestro río de piedras está repleto de cajitas de fósforos con real adentro, vehículos de concesionarios, transferencias nacionales e internacionales, dólares en efectivo, casas de parleys retirando el fútbol venezolano, golpes  a casas de apuesta en China orquestados allá y perpetrados aquí, coñazos entre jugadores en un vestuario después de un partido, despidos masivos de plantillas, acusaciones directas e indirectas…pero ningún confeso.

Orlando Cordero, excelente jugador guayanés de amplio recorrido por diversos equipos del país, ante su inminente salida de Trujillanos F.C. dio a conocer de su puño y letra una conmovedora y sincera comunicación en la que hacía un balance personal y varias consideraciones analíticas de su relación con compañeros, para terminar con la frase: “BASTA DE AMAÑOS EN NUESTRO FUTBOL”.

Allí esboza la certeza de que los mismos existen mas no nombra textualmente a ningún compañero o árbitro, gremio involucrado necesariamente en esta tragedia pues así como en el adulterio existen tres, en el amaño o soborno también. Y a veces más de tres.

Cordero se excluye tajantemente de cualquier tramoya desleal y limpia su nombre con una convicción que no genera dudas, pero traslada las mismas a un plantel a la deriva, con cartas de despido a la mano y mil dedos señalándolos. Ante un llamativo silencio de su dirigencia que lejos de callar, aumenta las sospechas, ahora, menos infundadas.

Comienzan a rondar los fantasmas. Cada vez más terrenales. Cada vez menos etéreos. Ya no rondan solamente el vestuario de los Guerreros de la Montaña, ahora recorren otros, se atan cabos, dos más dos son cuatro, se recuerdan penaltis exageradamente inexistentes, se mencionan los hábitos de jugadores y técnicos acostumbrados a jugarse más allá de un parleycito, aparecen fajos de dólares por todos lados, pero no aparece quien reconozca o al menos acuse directamente con nombre y apellido.

Nos piden a narradores, comentaristas y periodistas deportivos, paladines de la defensa de este fútbol y empedernidos difusores del mismo, quienes, de paso, nos hemos encargado de sobrevaluarlo y elevarlo a una condición muy por encima de la que verdaderamente merece; que nos convirtamos en acusadores, jueces y verdugos de dos gremios. Se nos exige la denuncia y la divulgación de lo poco o mucho que sepamos del escabroso tema. No. No. Mil veces no.

Que investiguen los clubes que son los perjudicados. Que sancione la Federación como ente rector y que juzguen los fanáticos que les empeñaron su fidelidad. Nosotros quedamos para gritar los goles, analizar jugadas y redactar crónicas. No nos pidan usurpar más profesiones. Déjenos ejercer la nuestra y zapatero a tus zapatos. Ah! Cuando alguien se digne a confesar o a acusar directamente con pruebas fehacientes, allí estaremos para apoyarlo y darle profesional cobertura.

Twitter: @jaimericardog