El Daniel de todos, nos dejó sus sueños…

 

Los últimos tres días de mayo, fueron un aluvión de solidaridad. La comunidad futbolística, esa que parece quebrantada por los encontronazos y las pugnas, tuvo una enorme coincidencia en sentimientos.

 

Daniel Nikolac, el rebelde soñador, el frenteador que siempre iba por la calle del medio, como la vez que desafió a los mandamases del fútbol venezolano, estaba jugándose el partido más difícil de su existencia.

 

Una delicada intervención quirúrgica ponía en ascuas la vida del que fuera uno de los mejores porteros del balompié nacional, desde que apareció con el Mineros pionero en 1981, luego con Atlético San Cristóbal, y después con Marítimo, donde consolidó una de las performances más espléndidas en su carrera.

 

La selección Vinotinto, también lo tuvo por trazos, en tiempos en que todo era sacrificio para los más importantes, los jugadores.

 

Y a pesar de todo, de esas escisiones en el fútbol que atentan contra cualquier salida que permita ver el despegue de una actividad, sujeta a revisión en sus estructuras y operatividad, salió a relucir el espíritu solidario, las ganas de ayudar o de echar a un lado los resentimientos, los rencores, y acudir al llamado del hermano…

 

En torno a Nikolac, se suscitó esa evidencia cabal de que aquí, donde cada día la vida se nos vuelve más de cuadritos, hay un lienzo gigante de bondad, de humildad y, a su vez de grandeza, en cada uno de nosotros, los venezolanos.

 

Todos estuvimos pendientes de su salud, de su vuelta a sus sueños, a su proyecto en Guatire con las escuelas que intentan revivir aquel Marítimo de gestas grandiosas. Ni siquiera ese rebelde Daniel Nikolac, imaginó jamás, cuánto le estimaba este país; así peleón, remolón, luchando por causas justas y otras más que parecían perdidas.

 

Y cuando aparecían los recursos, y por allá Elio Quintal, y por acá el submundo del fútbol doméstico, se daba con el corazón y el alma, a un espaldarazo sin reservas, se nos va el gigante de descendencia croata, pero más auténtico que el pabellón criollo y las cachapas.

 

Ni todos los ruegos de todos, ni la sinergia disparada por los cuatro puntos cardinales del mundo, ni la fuerza del Orinoco y el Caroní, de la Guayana que lo adoptó desde chico, pudieron detener esta fuga temprana, a la eternidad, de un gigante del fútbol venezolano.

 

Nos quedamos esperando, por siempre, que pudiera construir sus sueños. El Daniel de todos, fue convocado a la Selección de los Ángeles.

 

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