El éxito es competir

 

La victoria es el mejor Photoshop que hay en el deporte. Muchas veces esconde la basura debajo de la alfombra. La derrota es huérfana, un apestado de la sociedad futbolera. El empate puede saber a derrota o victoria, para entrar en una de las dos casillas anteriores. Más allá de jugar bonito o feo, de tener suerte o no, siempre hay que valorar cuando un equipo compite. Ese ocultar las deficiencias y hacer relucir las fortalezas. A los equipos criollos les cuesta jugar bien –imponer su plan de juego–, pero a veces ni compiten, sólo participan. Por eso el primer objetivo debe ser ese, lograr cotejos reñidos, luego caerán las victorias.

No hay una fórmula exacta para competir. La selección sub-17 tuvo una preparación llena de vicisitudes. Por un momento quedó acéfala, en medio del torbellino que significó la salida de Pekerman-Lezcano. El horizonte era nublado y el estoicismo era la mejor rama de la filosofía para navegar entre tantas olas. Sin embargo, el “desconocido” Ricardo Valiño tiene soñando al país con un Mundial de la categoría una década después. Con orden táctico, presión arriba y bastante coraje. A diferencia de la sub-20, con el debutante Fabricio Coloccini, donde hubo poca autocrítica y un elenco con 19 módulos, un puñado de amistosos y mucho talento, que salía al campo con una camisa de fuerza. Como un palo en la rueda, el bajo nivel de CONMEBOL le permitió llegar a la última fecha contra Colombia con tenue ilusión, pero sin competir de la mejor manera.

El sabor de boca que dejaba las actuaciones de la sub-20 era agrio. Había ciertas mejoras de la mano de Telasco Segovia y los destellos de David Martínez, aunado a la contundencia de Brayan Alcocer. Sin embargo no parecía una ruta que provocara transitar. La sub-17 con muy bajas expectativas y donde todo era ganancia, se puede tildar de éxito. Es una etapa formativa y estos chamos siempre han competido, en las victorias y las derrotas, hasta con la rotación masiva ante Perú, en el cierre de la fase de grupos. Como si fuese Stranger Things, en un escenario de terror, unos adolescentes son los héroes de la película. No sé si Valiño logrará trasladar esta conexión con el grupo del Preolímpico, por fin confirmado por Jorge Giménez en el Podcast de “Tomapapá” y Greivis Vásquez, o darle continuidad a esta camada en el sub-20 de 2025. Ni tampoco digo que esta plantilla, ni David Martínez, sean la salvación de la Vinotinto. Pero este sub-17 señala el camino de los ladrillos amarillos.

No se está haciendo una oda a la desorganización. En caso de clasificar al Mundial sub-17 se deben hacer varios módulos y rascarse el bolsillo para darle amistosos internacionales. Un poco más de lo mismo con la sub-15, que desde la salida de Frank Tamanaco Piedrahita, por allá en 2019, no tiene una cabeza visible. En aquella ocasión jugaron un cuadrangular en Trinidad y Tobago, en el que también participaron México y Panamá. Sí, la sub-15 tuvo amistosos internacionales previo al reinado de King George I. Ojalá se retome y el venezolano que tome las riendas de esta categoría, ahora que el debate se ha fundamentado más en el pasaporte que en el conocimiento, pueda llegar a la X en el mapa del tesoro: competir. La formación no tiene que ir amarrada al resultado, pero la competitividad no se debe negociar. Para que esto se traslade a la absoluta, que no compite una eliminatoria CONMEBOL desde 2013, cuando se llegaban a las últimas fechas con calculadora y rosario en mano, pero con una esperanza razonable.

Otra ruta es cumplir con el deber ser. Ese es el caso de la Academia Puerto Cabello. Mucho se le ataca a Noel Sanvicente por no triunfar con la selección nacional, otros por las vinculaciones políticas que puede tener los porteños –como si no hubiese una simbiosis entre el futve y el Estado/Gobierno este siglo XXI- otros por la formas. No gustó que si Zamora había presentado a Martín Carrillo llegara “Chita”. También se sospecha de cuando databan las conversaciones con los del litoral carabobeño, porque su incomodidad en Los Llanos era un secreto a voces y los azul-naranjas tenían un resurgir de la mano de Juan Domingo Tolisano. ¿Fue antes o después de la salida de Tolisano? No se sabe y capaz nunca se sabrá con los pelos de la burra en la mano. Lo cierto es que Sanvicente es garantía de competir.

Zamora pasó de ser un equipo confundido a estar a un paso de jugar la fase de grupos de la Libertadores sin poder fichar en la segunda ventana del mercado. Previamente Caracas FC volvió a ser el “ROJO”, así en mayúscula. Campeón de estrella y reformada la cantera de la mano de Jorge López, para dos títulos consecutivos sub-20 y una semifinal de Libertadores de esa categoría. En Puerto Cabello empezó a trabajar en noviembre. Presentado en el “Fortín Solano” y con la meta de hacer grandes cosas en el 200 aniversario de la ciudad, pidió una pretemporada en Cali y se le cumplió. Rompió un récord de partidos con victorias que databa de 1973, de aquel Portuguesa de “Cata” Roque.

Un equipo, que como decimos en las transmisiones de la Liga FUTVE juega en x2 como los audios de Whatsapp. Con el mismo frenesí con el que baila Jennifer Beals en Flashdance. Aunque no siempre puede imponer el ritmo de “Maniac” de Michael Sembello, te pueden ganar con un gol de Diego Osio al 90+10. También saben ser obreros en la industria del acero. El gran debe ha estado en la CONMEBOL Sudamericana, porque parecen embalados al G4. Ante Deportes Tolima se vio un equipo desnaturalizado en el campo. No fueron ellos mismos, declaró Sanvicente. Sin embargo, ante Sao Paulo si retomaron la forma, mas no pudieron evitar la “venezolanada” después del minuto 85’, en un campo encharcado por un fuerte palo de agua.

Puerto Cabello hizo y hace todo bien para gobernar con puño de hierro la Liga Futve e intentar romper el techo de cristal de los equipos criollos en el concierto internacional. Capaz en el G4 o en la final les pese la inexperiencia, que la temporada no culmine con una estrella encima del Fortín Solano que está en su escudo. Pero no se puede negar que este equipo compitió, como lo hizo en la época de Carlos Fabían Maldonado y Tolisano. Por lo momentos su alto nivel competitivo ha escrito muchas páginas nuevas en el libro de la historia de este joven club.

Valiño con todo en contra. Sanvicente con todo a favor. El éxito está en competir. Luego de una pandemia y una hiperinflación –cuidado si regresa–. Con más de 7 millones de desplazados de un país, que sin estar en guerra, se volvió inviable para muchos. En la peor crisis económica desde la Guerra Federal. Con los precios de la comida con complejo de Ícaro volando al sol y los sueldos emulando al Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne. Nunca hay que olvidar, que más allá del pan y circo, del sportswashing, es un milagro que el balón siga rodando. Un bendito milagro, que permite que un David Martínez se presente en sociedad. Que un Junior Cedeño o un Raudy Guerrero demuestren que el fútbol no es de nombres rimbombantes sino de rendimiento. En medio de esta vorágine, exigir triunfos no parece muy coherente.

Tampoco es ver todo color de rosa, poner esa sonrisa típica de persona que hace un live Instagram y mientras esperan que se conecte más personas parece el Guasón. Nada optimismo tóxico y alegría de cartón. Pero todo en esta vida lleva un proceso. Un balompié rezagado históricamente, de hazañas más que de consistencias, se tiene que trazar un plan. Antes de construir un techo hay que sentar las bases. La columna que debe sostener el fútbol criollo es la de la competitividad, esa será la madre de los resultados. De resto cada noche de copas, como la del pasado martes, será un constante PTSD (trastorno de estrés postraumático).

Nadie va a descorchar una botella por alzar la “Copa Competitividad”, pero estará más cerca de la alegría de esta forma. En lo personal me gustan los equipos que danzan con el balón al ritmo “Je te laisserai des mots” de Patrick Watson, que someten al rival con la posesión y se plantan en campo rival. Pero esto no es de gustos. Primero ser ordenados tácticos e incomodar al rival con presión alta, lo que enseñó Valiño. Y es que si el fútbol criollo fuese como la gastronomía venezolana, el Libro Rojo de Armando Scannone lo escribiría Noel Sanvicente. Entre sus recetas también estaría el orden táctico y la presión alta. En un fútbol que parece Jason Bourne en busca de su identidad. Esos dos aspectos deben ser la piedra angular para construir cualquier equipo y valorarlo como prensa y aficionados. Luego cada quien que le imprima su sello y le ponga más o menos arte. Antes de ahogarnos en este pantano, veamos las flores que nacen en él.

PD: “Aunque el miedo tenga más argumentos, elige siempre la esperanza”, Séneca. Escrito suena una manguangua eso de competir. Hasta de Perogrullo eso de presión alta y orden táctico. Pero cuando se entiende el compromiso de todas las piezas para ejecutarlo de forma correcta, se comprende que no es una banalidad ni una nimiedad. En medio de la noche más oscura del país, apostemos a la fe. Valoremos lo bueno e intentemos darle continuidad. Que lo nefasto se viraliza solo.