¿El mejor de todos…?

 

Acaba de cumplir 41 años Juan Arango. Maracayero, hijo de colombianos, que hizo historia con su zurda fabulosa. Triunfar donde lo hizo, equivale a un enorme reconocimiento de un país agradecido por sus gestas.

 

Un país, más allá del fútbol…, porque las ingratitudes están a la orden del día en esta tierra nuestra de reconcomios. No vimos ese partido de despedida con el crack silente, rodeado de las luminarias de ese deporte, que nace entre palos y piedras, en el barrio, en el potrero. Y que, después, se convierte en espectáculo de marquesinas, olvidando muchas veces sus orígenes.

 

Juan Arango estableció un antes y un después.

 

Los hubo, sí, talentosos, con carácter o displicentes, con técnica depurada, visionarios del juego. Pero nadie como él tuvo el reto de encumbrarse en geografías donde ser venezolano representaba un extraño espécimen, salido de un país exótico de peloteros y mises; también de políticos que se pusieron a reinventar la rueda y dejaron en el limbo a una tierra con los mayores recursos energéticos del continente y un talento maravilloso en sus gentes.

 

El continente hizo eco de la Vinotinto y su crack. México, España y Alemania, sobre todo esta última, se rindieron a los pies de Arango. Un portento en los cobros de tiro libre, del factor sorpresa desde cualquier ángulo para marcar goles sin patente hasta entonces.

 

Seguramente, en su parquedad oral no llegó sino a aprenderse los saludos y algunos vocablos de supervivencia en el país germano. No hacía falta, habló con el idioma del fútbol y se fabricó sus códigos para que en el Borussia Mönchengladbach deliraran con su brindis de genio sin límites.

 

Gracias, Juan.