Los señores de los Mundialitos

 

Esta semana nos sorprendió con varios cincuentenarios. Y me dejó casi que perplejo, que algunos de los muchachos que jugaron el Mundialito de Caracas, Copa Simón Bolívar, llegaran a esa edad marca de un hito vital, en la categoría de señores.

Como les perdí la pista a varios de ellos, Facebook se encargó de recordarnos ese hecho que no pasa desapercibido en la existencia de los seres humanos.

El auténtico y original Mundialito, el que se jugaba en el Estadio Olímpico de Caracas, marcó una época irrepetible, diría que sin precedentes en el fútbol orbital.

Que carajitos entre los 12 y 14 años jugarán con más de 20 mil personas -hasta 30 mil almas en las finales-, fue un suceso incluso para visitantes de Italia, España, Alemania y Portugal, y para los suramericanos de países con enorme tradición futbolística como Argentina y Brasil.

La idea del abogado deltano Luis Enrique Vargas,  futbolero por sus dos hijos Luis y Johan,  en la alianza con la Academia Venezolana de Fútbol, fundada por el legendario zaguero central, el gallego Pedro Castro, al lado del golero paraguayo Andrés Jiménez -papá de la mascota Leo después vinotinto ilustre con Richard Páez-,  y el gigante Pedro Acosta  – muy celebrado por el gol que marcó la primera victoria venezolana en citas premundialistas frente a Bolivia-, funcionó a las mil maravillas.

Yo llegué a la organización del Mundialito por recomendación del gallego Castro, quien me puso en contacto con Vargas. Para más señas, aquel ejecutivo de abolengo tucupiteño era ahijado del presidente Rafael Caldera y compadre del “Tigre” Eduardo Fernández.

Vargas (+) , un tipo de mente y discurso brillantes había sido Embajador Cultural de Venezuela en Francia, donde manejaba la bicoca de 30 millones de dólares al año del programa de becas en Europa de la Gran Mariscal Ayacucho. De ese cargo salió indemne, cuando pudo haber hecho lo mismo que un secuaz que la historia de la corrupción criolla recuerda bastante bien, un tal Vinicio Carrera.

 

 

UNA LOCURA

Cuando Vargas me planteó la idea de hacer un torneo internacional infantil con la cantera de grandes equipos de América y Europa, le riposté que si estaba loco.  Yo sería su soporte comunicacional para promover el evento que ya había palabreado con el productor de RCTV, Gustavo Suárez.

Todo se concretó para la puesta en escena de un evento en las vacaciones escolares de mitad de año que intentaría enganchar a un público mayoritariamente infanto juvenil, utilizando de cierta forma los parámetros del éxito del grupo puertorriqueño Menudo, que por aquellos días hacia estragos entre niñas y niños.

Radio Caracas Televisión se la jugó como nos la jugamos todos los que le seguimos la corriente a Vargas, con las dudas normales de una aventura, osada y casi que desquiciante por la inversión que había que acometer. La organización sufragaría los boletos aéreos, hospedaje y logística de los clubes invitados.

Pero el interés de empresas privadas que manejaban el ramo de productos para niños, alimentos y bebidas, y cierto lobby presidencial,  terminaron siendo el acicate para que saliera airosa aquella idea que se había cocinado en el cerebro de Luis Enrique.

Así,  un día vimos en el rectángulo del estadio Olímpico de la UCV a clubes como Flamengo y Fluminense de Brasil; Boca Juniors de Argentina, Sporting Cristal de Perú, Sporting Gijón y Real Madrid de España, Benfica, Oporto y Marítimo de Portugal;  Colo Colo y Universidad de Chile,   Deportivo Cali, Junior de Barranquilla, Independiente Medellín y Millonarios de Colombia, Saprisa de Costa Rica, y hasta el Bayern de Munich.

 

 

RECORD INSUPERABLE

Asimismo, llegaron canteras sin el nombre de los equipos profesionales que las auspiciaban, como la escuela Deportivo Zúñiga (Perú) Vicente Rocafuerte de Guayaquil,  (Ecuador), y la Academia Arco Zaragoza (Medellín) . Los incas se llevaron la primera edición y los dos últimas serían protagonistas de una de las más multitudinarias finales en el Mundialito de 1989, tan o más concurrida que la de 1987, que enfrentó al Oporto ante Boca Juniors. En ambas quedaron más de 3 mil personas sin poder ingresar y optaron por romper el cercado del coso capitalino.

Cuando a Luis Enrique Vargas le advirtieron que estaban violentando las mallas perimetrales, me miró, sonrió y se puso a llorar de emoción conmigo. “Déjenlos que se coleen, arreglamos esa vaina después”, tal era su satisfacción por aquel acontecimiento que no tendrá parangón en el fútbol menor del mundo.

Cuando veo que aquellos chicos a quienes tuve de cerca durante largos períodos de concentraciones y giras, en mi papel de coordinador de este grandioso evento, pasaron, están a punto o cumplieron los 50 años de edad, me doy cuenta de que solo quedaron grabadas en mi memoria sus rostros de niños ilusionados, soñadores, con llegar a ser estrellas de fútbol.

Muchos conquistaron espacios en este deporte tan competitivo. Otros son profesionales en varias carreras universitarias, padres de familia o simplemente hombres de bien. Definitivamente, el fútbol es una escuela para la vida y el agradecimiento eterno.

 

 

SOCORRITO Y GERSON DIAZ

Desde aquella Academia Venezolana de Fútbol, el grupo pionero en 1986, en la que todos brillaron, en especial el zurdo Socorrito, el genial Gerson Díaz y el bregador Chaconcito, como el portero Perillo y el delantero Gorka.

De 1987 para adelante hasta 1990 etapa ultima estuve en la organización y me vine a Guayana:  Rafael Dudamel, Félix Hernández, Gigi D´Antuono, César Pereira, Cosme Bocassini, Konrad Majster, Fernando Mifsut, Roger Dávila, Luis Enrique Vargas Jr, Papi Rivas, Sergio Annarelli, Pío Añez,  Carlos Patrizzi, Eliécer Martínez,  Carlos Mieres (+), Jair Roa, Alexis Alcalde, Javier Del Busto, Raúl Pellicani…

Con ellos,  la mano técnica de las cabezas de la Academia Venezolana, Castro, Jiménez y Acosta; después Luis Molina, Ramón y Julián Cristaldo, Fariña Da Silva, Miguel Parrella (+), José Hernández y Pedro Febles (+). El doctor Gilberth Páez, de la dinastía merideña, aportó también su ciencia.

Entre los imberbes futbolistas que recuerdo con equipos visitantes, el pequeñito maradoniano del Cali, Alexander Cortázar –que se quedó en el camino-  y sus compañeros Mario Alberto Yepes y Leonardo Moreno, quienes fueron figuras en el futbol colombiano en el contexto mundial.

Par acá pasaron el peruano Flavio Maestri, los argentinos Rodolfo Arruabarrena, Luis Mederos y Claudio Issa. Los brasileños Danilo, Gelson y Rogerio. Hasta Max Eberl, ex jugador del Borussia Moenchengladbach y actualmente director deportivo del Rb Leipzig alemán, jugó el Mundialito de Caracas.

Pero quizás el plantel más rutilante que disfrutamos en Caracas fue el Oporto, que con “Brasilero” López, Tulipa Cruz, Rui Jorge y Paulo Martíns, entre otros, ganó la versión de 1987. Luego sería la base de la selección lusitana campeona de juvenil de Europa.

Los Mundialitos de Caracas perviven en mis recuerdos,  y mis ya añosos muchachos venezolanos, seguirán jugando en mi mente, como los chamos que fueron, y en la posibilidad de siempre escucharlos o leerlos, diciéndome …Gracias, Carlos, gracias profe…

 

Entonces, valió la pena…