Peñaranda y el síndrome de Will Hunting

 

“Con dieciocho años ha llamado a la puerta, la ha derrumbado y ha dicho ‘quiero jugar’. Se lo ha ganado y ahora hay que tener paciencia con él”, dijo José Ramón Sandoval, entrenador del Granada, sobre Adalberto Peñaranda (31-05-1997), cuando el oriundo de El Vigía marcó un doblete ante Levante y se convirtió, en ese momento, en el futbolista extranjero más joven de la Liga española en conseguirlo, por delante de un tal Lionel Messi. El ex Deportivo La Guaira también habló ese día y comentó: “Estoy muy contento y feliz. El partido de hoy fue grandioso porque metí dos goles (…) La oportunidad que me ha brindado el míster la he sabido aprovechar”. Eso fue en 2015, casi seis años han pasado de aquel momento que prometía una carrera meteórica y al final ha sido todo lo contrario.

 

El subcampeón del mundo sub-20 ha caído en una espiral de cesiones habituales en los equipos de la familia Pozzo (Watford y Udinese). El cuadro inglés lo ha prestado al Málaga, al KAS Eupen, CSKA Sofía o su equipo hermano en Italia. En ninguno tuvo continuidad. Con contrato hasta 2023 con The Hornets, su nuevo destino es la UD Las Palmas, de la categoría de plata de España. “En el pasado cometí errores y me equivoqué, pero eso me ha fortalecido, he sentado la cabeza y he puesto los pies en la tierra”, soltó en su llegada al equipo amarillo. En los dos primeros amistosos (Espanyol y Sevilla) fue titular para Pepe Mel. Lo que enciende la llama de la esperanza.

 

En su presentación se definió como “un goleador”, aunque su mejor rendimiento se ha visto en la banda y solo rindió de “9” con Sandoval en Granada, cuando marcó cinco dianas en la campaña 2015-16 (su tope de anotaciones en una campaña). Era su presentación en Europa y vendió esa imagen de ariete, que muchos compraron por desconocimiento, pero en Venezuela y en la selección nacional, siempre partió por fuera, más que de una posición centralizada. En este nuevo reto debe valorar el aporte de Peñaranda en el juego desde la banda, más que su cifra final de goles anotados.

 

Su caso recuerda a la película Good Will Hunting (El indomable Will Hunting), donde Matt Damon (Will Hunting) interpreta a un muchacho que es un genio, pero que no explota todo su potencial. Como conserje del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) resuelve un complicado problema matemático, puesto en una pizarra, y un profesor descubre todo su potencial. En otra escena es capaz de ridiculizar en un bar a un estudiante de Harvard con argumentos. Pero es un chico díscolo, con problemas con la justicia y que su deporte favorito es sacar de quicio a los psicólogos. Hasta que en su camino se cruza un terapeuta, que es escenificado por Robin Williams (Sean Maguire). La trama toma un tinte romántico y el protagonista sale rumbo a California a buscar a su enamorada en la última toma (disculpen el spoiler).                      

 

Una de las mejores escenas del largometraje es cuando Ben Affleck (Chuckie Sullivan), el mejor amigo de Will, mientras descansan en su trabajo en una construcción, le recrimina que tiene que cambiar de estilo de vida. “Una mañana me despertaré con 50 años y seguiré haciendo esto (trabajar como obrero), para mi está bien. Pero tú tienes un boleto ganador de la lotería y te falta el coraje para ir a cobrarlo. Yo haría lo que fuera por tener lo que tienes tú, y estos tipos también (resto de compañeros de obra). Sería un insulto que siguieras aquí dentro de 20 años, no queremos ver cómo desperdicias tu vida”, le dice Affleck en una de las líneas más potentes de la película.

 

No vi a Stalin Rivas por temas de edad y sufrí con cada lesión de Ronald Vargas. El talento más puro a nivel de técnica del país, en la actualidad, es Adalberto Peñaranda. Es un diferente. Su nombre entró en escena desde el Campamento PAN de Empresas Polar. Dio otro paso desde su primer gol profesional, en la ignominiosa fecha 7 del Torneo Apertura 2014, cuando jugaron puros juveniles en medio de las protestas. Otro gran destello fue aquel remate que pasó tan cerca del ángulo ante Atlético Nacional en la Copa Sudamericana de ese año, todo precedido de un túnel.

 

En la actualidad satanizado por el penal errado ante Inglaterra, en el Mundial sub-20 2017, y se ha vuelto un meme por sus videos en redes sociales. Las fiestas de Peñaranda son criticadas con saña, pero lo curioso es que siempre está acompañado por un compañero criollo, pero los fusiles nunca apuntan a esas figuras. Caricaturizar al merideño trae réditos en likes y RTs. El tribunal público dictó sentencia y le declaró cadena perpetua al atacante. Condenado al ostracismo de la selección nacional y a la burla perenne. Una imagen de lo que pudo ser y no fue.

 

Tampoco es señalamiento de gratis o de la nada,  temas extra-cancha con los entrenadores han desembocado en falta de continuidad tanto en Bélgica como en Bulgaria, sus últimos destinos. Por eso, espero de todo corazón que en las Islas Canarias le dé un viraje a su carrera, en unas tierras cálidas que recuerdan a Venezuela y con un entrenador que aprecia el talento. Todo esto va a desembocar en su regreso a la selección nacional, pero de forma justificada.

 

La fe ciega de Rafael Dudamel previo a la Copa América 2019 fue un despropósito. La falta de regularidad le pasó factura a Peñaranda en los amistosos, al punto tal que terminó lesionado. En su lugar ingresó Yeferson Soteldo, un jugador que nadie entendió que no estuviese desde el primer llamado, más allá del tema del visado, porque en ese momento ya era el “10” del Santos. Un episodio que puso aún más las miradas en el merideño, en una suerte de disputa: Peñaranda o Soteldo. Lo mejor hubiese sido contar con el extremo como sparring, se mantenía en la dinámica de grupo, se ahorraba una lesión y evitaba el escarnio público.

 

En la tierra de David Silva, Pedrito, Juan Carlos Valerón o, más recientemente, Pedri; el talento de Peñaranda tendrá otra oportunidad. En el mismo equipo donde supo ser ídolo otro criollo como Juan Carlos Socorro. El éxito del ex Deportivo La Guaira es el de todos. Un jugador con tanta técnica no sobra nunca –siempre y cuando esté con ritmo–, menos en la Vinotinto. Apenas tiene 24 años, pero con mucho rodaje en el fútbol y la amarga experiencia de vida, de una bala que le atravesó el muslo. Al final de esa charla de Sullivan a Hunting le confiesa que su momento más feliz del día es ese intervalo de 10 segundos, cuando lo va a buscar a su casa para ir al trabajo, y espera que no salga nadie. Que Will se haya ido sin avisar a nadie, que se fuera a aprovechar toda su genialidad. Como toda película de Hollywood, esa escena de casa vacía se da.

 

Mis fines de semana se llenarán de júbilo si Peñaranda empieza a hilar partidos, porque su talento también parece sacado del séptimo arte. De esa estirpe que levanta a los aficionados de los asientos y, como dice Jorge Valdano, que logran el milagro de la fascinación. De ñapa venezolano y surgido en FutVe. Luego se podrá debatir de la necesidad de mejorar su técnica defensiva, su sacrificio en el retroceso y que sus dribles sirvan para algo más que los Reels de Instagram. Pero, como amante de este deporte, ¿Cómo no querer que le vaya bien a Peñaranda?