César Farías en el ojo del huracán

 

Como si explotara el Vesubio, así es el carácter de César Farías. Esa es su personalidad. Como hoy le pasa factura, seguramente fue su motor para convertir a un muchacho de Güiria, en un país centralizado, en el mejor entrenador venezolano en el exterior. Fue el DT que estuvo más cerca de llevar a la Vinotinto a un Mundial. Con una personalidad polarizante, lo amas o lo odias. No hay escala de grises, con el estratega que un día apodaron como el Mourinho venezolano.

¿Qué sucedió? Cualquiera con redes sociales sabe que Farías no continuará con Aucas, luego de agredir a Juan Ruiz Gómez y Brian Oyola, futbolistas de Delfín, en la jornada 14 de la primera división de Ecuador. Aunque el ex entrenador de Cerro Porteño, Xolos de Tijuana y The Strongest alegó que no hubo puñetazo, lesiones, sangre o escupitajos, la comisión disciplinaría fue severa. 14 meses de suspensión, por lo que su desvinculación con el elenco quiteño era esperable, por más que los llevara a su primer título profesional y a su primera CONMEBOL Libertadores (vencieron a Flamengo).

Poco importó que hubiese insultos xenofóbicos de Oyola o que el encontronazo con Gómez pudo ser menos aparatoso.  Era esperable que como extranjero y una figura con un historial de acciones subidas de tono le cayera una sanción draconiana. Un castigo ejemplar. No pasó ni una semana del evento y se dictó sentencia. Todo lo positivo que había hecho en Ecuador, para mi la tercera liga en importancia del continente, tras Brasil y Argentina, voló por los aires en un ataque de ira. Hace pocas semanas ya le había bajado la mano a Fernando Gago, en un partido contra Racing de Avellaneda, en Libertadores, pero quedó ahí. Esta vez sí pasó a mayores.

Al momento de ver las imágenes, lo primero que pensé es que lo más sano para Farías era poner la renuncia. Tomarse un tiempo, aprovechar una oferta de un mercado exótico como la India, donde supo estar, y luego volver a CONMEBOL o Concacaf. Capaz piense así por tener un carácter más recatado, conciliador o incluso pusilánime. Como el avestruz hubiese metido la cabeza en la tierra. Sin embargo, Farías es Ares y la paz solo le servía a él cuando dirigía The Strongest o la selección de Bolivia. Como si hubiese sido criado en Esparta, en su sangre está luchar.

Aún pudiesen apelar la duración de la sanción, pero se ve complicado. Lo primero que hizo fue una clásica gira de medios. Pidió disculpas a la familia ecuatoriana, dio su versión de los hechos y aportó varios argumentos de por qué Gómez pudo desacelerar, evitarlo, o sencillamente abrazarlo si el contacto era inminente, para no arrollarlo con la rodilla y el brazo. Reconoció que la violencia es injustificable y que el encontronazo lo desubicó. Pero que invadieron su área técnica, que no hubo puñetazo ni lesionados. Tampoco que salió de su área a empujar sin justificación. Lo luchó con un discurso asesorado desde el derecho deportivo, pero este espartano no pudo con los persas. Sus argumentos eran armas válidas, pero insuficientes ante la potencia de las imágenes.

La reacción fue desmedida. Un autogol en toda regla. Atribulado con las malas actuaciones arbitrales y una racha de seis partidos sin conseguir la victoria, sumando todas las competiciones. Su último lauro fue contra Gualaceo (1-0), el pasado 13 de mayo. Tampoco se le puede dar cuerda a los que elaboraron teorías de la conspiración de que había sido una reacción adrede, para forzar su salida a Barcelona de Guayaquil. Eso es ver mucho Netflix. Lo sustancial es que una carrera que escalaba los peldaños necesarios para llegar a la selección de Ecuador implosionó de un momento a otro. Una lástima, porque se cierra la puerta para él y para otros colegas criollos, luego de abrirla de par en par.

Un claro caso de doctor Jekyll y mister Hyde. Un estratega que sabe sacarle petróleo a sus dirigidos, que maneja todos los aspectos de esta disciplina. Porque Farías no solo te puede hablar de táctica, lo hace de psicología, fisioterapia, ciencia deportiva, historia de las naciones, entre otros temas. Culturalmente es muy completo, solo hay que escucharlo sin prejuicios para saber que no es “venta de humo”, sino preparación. El tema es que su carácter volcánico es su ancla y a su vez su gasolina. Todo un oxímoron.

Los que lleguen a esta parte del texto creerán que esto es una defensa a César Farías. No es la intención. Para amigos en la prensa que valoran su trabajo están Juan José Buscaglia o Carlos Mauricio Ramírez, el popular “Tomapapá”, que lo conocen más y saben muchísimo más de fútbol -y periodismo- que este servidor.  En mi juventud fui un crítico acérrimo del ciclo de Farías. Una viuda del ciclo Páez y entusiasta de la llegada de Noel Sanvicente. Incluso en Twitter me tiene bloqueado Farías. Eso es tiempo pasado y como periodista sería una irresponsabilidad hacer análisis desde mis gustos y no desde los hechos.

La realidad es fría y contundente. Ese ciclo que tanto critiqué es el que más y mejor compitió Venezuela. Ese entrenador que no me gustan sus formas, me calló la boca con su Bolivia en el preolímpico y en las eliminatorias. Ganó con The Strongest un título inolvidable un 24 de diciembre y luego cumplió una utopía con Aucas. Te puede caer bien o no, el tema no es ese. Es un gran entrenador. Falló y feo en esa desafortunada acción contra Delfín. Sí. El ser humano en su máxima expresión, somos lo bueno y lo malo. No caben valoraciones maniqueístas.

Con el tiempo he valorado el recorrido de Farías. No me interesa ser su amigo, ni que sepa quién es uno, pero como periodista tiene de mí lo más importante: respeto absoluto a su trabajo. Capaz este archivo de acciones polémicas y fuera de tono, sean una mochila llena de piedras que le impidan cumplir la meta de dirigir un equipo de una liga importante en Europa. Tal vez no. El tema con el ex Deportivo Táchira es que vive con el cuchillo entre los dientes. Se le puede tumbar a la lona, pero difícilmente se quede ahí.

En un mundo de redes sociales partidarias, muchos trataran de minimizar lo grave que es agredir a un jugador, con o sin puñetazo, con o sin sangre de por medio, dentro o fuera del área técnica. Otros buscarán hacer leña del árbol caído y satanizar al personaje. Pasarán los meses y su día de furia, al mejor estilo de la película de Michael Douglas, se olvidará, solapada entre otras noticias. Tomará las riendas de otro equipo o selección y los hará competitivos. Incluso podría sumar otro título a su palmarés. Así es Farías, siempre con los guantes de boxeo puestos. El día que se retire muchos se afincarán en los oscuros de su carrera, pero el brillo del rendimiento de sus equipos dará un contraste. Nos guste o no.

PD: La trascendencia de Farías va más allá de Venezuela. Sus polémicas alimentan las redes sociales de medios de comunicación de toda CONEMBOL, donde la audiencia le dan la razón a los algoritmos que refuerzan este tipo de contenidos. El oriundo de Sucre puede cantar “Without me” de Eminen sin tapujos, porque muchos se sienten vacíos sin él. Incluso en eso entendió el negocio del fútbol Farías. Como te puede hablar en profundidad de balompié, también sabe ser mediático para que el pasaporte venezolano pese menos. No soy pro Farías, pero a César lo que es de César.