Chao Lionel , Sin Drama ni Lagrimeo

 

Pertenezco a una generación de transiciones. Bisagra, como la denominan algunos. Si bien es cierto tenemos acceso, y hasta nos atrevemos a manejar, herramientas impensadas hace años, no podemos pasar inadvertida nuestra metamorfosis hasta llegar a nuestro brillante presente. Hoy en día chateamos, zappeamos, posteamos, interactuamos, tuiteamos, editamos, navegamos en la web, stalkeamos, bloqueamos, viralizamos y conjugamos una cantidad de verbos ligados a la tecnología que, de seguir, creo que la RAE me va a censurar este artículo y hasta me podría demandar por atentar contra el idioma.

Pero en medio de esta ostentación de modernismo reconozco que vengo, orgullosamente, de la generación de las máquinas de escribir. La Generación Olivetti la llamaría con denodado honor. Aquella a la que nos costaba más escribir unas cuartillas sin errores de mecanografía que de ortografía. La que nos maravillamos enviando nuestros trabajos por fax a nuestros editores. La misma que sufrió ante la obligatoriedad de utilizar el ordenador  y el internet para seguir mandando los mismos. La que aborrece el corrector pues enmascaró a quienes nunca se preocuparon por escribir con la certeza de las normas.

En nuestro trabajo de cronista futbolero, hoy, cuando disfrutamos de un click en Google para tener a nuestros pies ese torrente de información actualizada, no puedo dejar de recordar mis trabajos armando ficheros manuales. Personalizados por jugador y por equipo, actualizándolos tras cada jornada y respaldados por el libro de recortes de prensa para conservar alineaciones y estadísticas.! Cuánto romanticismo y cuánta abnegación ¡Las visitas semanales al kiosco Prensa Del Sur en la Avenida Casanova al encuentro con El Gráfico y sus portadas de ensueño! A la Plaza Candelaria donde José Luis nos remataba lotes de Don Balón, As y Marca y al Centro Simón Bolívar donde conseguíamos Estadio y Vea Deportes, prensa colombiana que también nos nutría nuestra mente ávida en nuestro afán de ser mejores que el resto de nuestros colegas, cuando apenas éramos adolescentes.

Estas reminiscencias color sepia sirvan para entrar en el contexto actual. Este 2021 de pandemias, vacunas y cuarentenas. Luego de casi 2 años alejados de las tribunas, pero más apegados y dependientes de la TV y las computadoras. Este 2021 final del matrimonio Messi-Barcelona. Pero… ¿Por qué tamaño preámbulo y de tanta nostalgia?

Pues porque sentimos la inmediatez de la cercanía. Porque las cámaras y las redes nos hacen panas de Messi. De su esposa y de sus chamos. Porque su privacidad no existe y nada humano nos es ajeno. La masa mediática nos da esa Patente de Corso para emitir opiniones sin límite ni parámetros. Todos somos expertos por automatismo. Porque seguimos todos los pasos de su carrera desde que jugaba en los potreros de Rosario hasta su último paseo en la Montaña Rusa de Disneylandia en sus recién finalizadas vacaciones. Lo vimos dialogando con Neymar y Paredes en un rincón del Maracaná, sin camisa y tramando su reencuentro en París. Porque hablamos de contratos, comisiones, millones y nos damos el vuelto como si fuésemos Jorge Méndes o el Jeque dueño del PSG. O al menos su primo, pues. Porque sabemos todo. Twitter nos lo cuenta. Internet nos lo ratifica. Instagram lo respalda . YouTube lo certifica con videos. Ya esa sensación de lejanía color sepia, como mi libro de recortes de prensa, no existe más.

Las cámaras nos han trasladado a la casa de Messi. Hemos visto a Antonella prepararle sus ravioles con tuco y servirle el mate mientras le coloca las pantuflas. Hemos jugado Play Station con Thiago, a los carritos con Ciro y pateado el balón con Mateo. Hemos estado junto al marciano en el vestuario. Lo hemos visto vendarse y recibir masajes en la camilla. Hemos olfateado el penetrante olor del linimento. Lo hemos acompañado en todas las canchas del planeta. Sus regates, fintas y goles han sido nuestros. Las patadas recibidas nos han dolido y sus alegrías y frustraciones compartidas como propias. Por eso su salida del blaugrana no nos es ajena y la asumimos como una parte cercana de nuestras vidas

Messi pertenece a un Olimpo de nuestros dioses deportivos. Al mismo que ingresaron Pelé, Garrincha, Maradona, Cubillas, Morena, Willington, Schearer, Beckembauer, Overath, Platiní, Best y otros tantos, por hablar solamente de fútbol y no tocar las fibras de otras disciplinas. Su lugar está garantizado y obtenido por méritos sobrados. Pero, a diferencia de muchos otros compañeros de ese sitial privilegiado, sus acciones no van impregnadas por el halo de la nostalgia. La inmediatez mediática que generan sus acciones, debido al bombardeo tecnológico de la información, no permiten que nos detengamos a medir sentimentalismos ni a profundizar en retóricas caducas. No. Siglo 20, Cambalache. Así dice el tango. Y siglo 21 Ya es ya… digo yo.

Trataremos de disfrutar a Messi al máximo. Ojalá podamos exprimirle hasta la última gota de su elixir bendito de talento. Que consiga compañeros que corran por él y que entiendan sus genialidades para que nosotros podamos disfrutar un poquito más de todo lo bueno a lo nos tiene acostumbrados…¿O mal acostumbrados?

Gracias Lionel por los favores recibidos.¿ Nos vemos por París?

 

Comentarios a:

 

jrgscrack@yahoo.es