El Norte es una quimera… y a veces el Sur también

 

 

Ir a jugar al extranjero. Sueño de todo futbolista de esta Sudamérica con atisbo tercermundistas en sus vilipendiadas economías. Desde las coloridas favelas de Río, pasando por los legendarios potreros de Montevideo y Buenos Aires, las encumbradas villas de Lima y Quito, las arenosas playas de Santa Marta y Barranquilla hasta las caimaneras venezolanas… todo chamo que le pega una patada a un balón corre la cortina de sus sueños y deja volar su imaginación para verse trasladado a un mítico estadio del primer mundo futbolístico.

 

Venezuela, como en casi todos los reglones balompédicos sudamericanos, fue la última en arribar al mundo del mercado internacional. Agentes, empresarios, representantes, comisionistas, intermediarios eran, prácticamente, entes desconocidos hace unos cuantos años. Hoy en día, moneda de curso legal. Hasta los chamos de la Sub 15 te mandan a conversar con su representante cuando le mencionas acerca su futuro inmediato.

 

Repasar a los pioneros y sus llegadas a otras ligas, es encontrarse con anécdotas que rozan las casualidades y las coincidencias del destino. Freddie Ellie, Vito Fassano, Maldonado trascendieron las fronteras sin la presencia de esos personajes de la comisión y las discusiones de contrato. Era un fútbol romántico y semi profesional el que se practicaba entonces en el país y , como tal, sus fichajes eran del mismo modo.

 

Sin entrar en detalles puntuales, el boom vinotinto de Páez disparó el mercado de jugadores venezolanos. Ya Arango había cruzado el charco con reconocido éxito y se había convertido en Canciller de sus colegas. La oleada chipriota marcó la tendencia que hasta hoy, salvo contadas excepciones que confirman la regla, han signado la emigración venezolana: MAL MANEJO DE EMPRESARIOS.

 

El desmoronamiento de la economía con la catastrófica devaluación de la moneda, causó un desbarajuste en el mercado de la liga local. Con control de cambio oficial, sería ilícito registrar contratos en dólares, pero se convirtió en secreto a voces que las figuras de algunos equipos cobraban en verdes. La gran mayoría de los jugadores hacían maromas para sobrevivir con salarios en bolívares devaluados y empobrecidos. Este panorama fue caldo de cultivo para la proliferación de salidas de jugadores al extranjero. De la noche a la mañana cualquier salario en moneda fuerte sobrepasaba, ostensiblemente, los ingresos locales.

 

Ligas exóticas del Caribe, segundas y terceras divisiones de Europa, MLS y otros mercados insospechados hasta entonces se convirtieron en destinos habituales para la gran mayoría que comenzó el éxodo. Colombia marcó el rumbo de los más cotizados. Rusia albergó en sus gélidas canchas otros tantos de buen nivel. Los países árabes y sus petrodólares tentaron otro lote. Recientemente, Chile, con su política de comprar barato para revender caro, caza vinotintos de todas las edades y características.

 

La envidia es una sola. No creo en la sana envidia. En medio de la mía, la cochina, veo como nuestros vecinos y los no tanto, colocan jugadores en ligas de élite y en clubes ídem. Repasarlos y nombrarlos sería imposible, por numerosos, pero hasta USA y su MLS acaba de colocar a Pulisic en el Dortmund y de allí al Chelsea por 64 millones de dólares. Mientras que Danny Pérez, en la edad más apetecida de un jugador, dejó de ser figura en nuestra Liga y Selección para ir a las inferiores de Colo Colo a no jugar y quedar fuera de Libertadores y del Sudamericano Sub 20.

 

Juro solemnemente que no sé quién maneja a Danny ni  me interesa. Hago una evaluación y veo como, salvo contadas excepciones, Salomón Rondón es una, la generación mundialista de Egipto se convirtió en una tribu nómada que anda deambulando por un sinfín de equipos. La de Corea, flamante Subcampeona del Mundo, parece ir por el mismo camino. Lucena, Velásquez, Mejías, Ferraresi, Hernández y hasta Soteldo, no parecen estar enrumbados por el camino que su jerarquía sugiere. La pregunta: ¿Qué es más importante para el empresario, cobrar su comisión o esperar el momento y el club indicado para su representado?

 

A claras luces pareciera que la respuesta se cae por su peso. Entiendo la parte humana y la desesperante situación país. Es un derecho natural el de tratar de buscar las mejoras económicas, pero el balance es lúgubre. Seguimos sin tener jugadores élite para nuestra Selección mayor, el torneo local está huérfano de figuras y la erosión aleja las posibilidades de competir internacionalmente. El público se apartó de los estadios en cifras alarmantes. Es un tema de calidad o cantidad. O como decimos coloquialmente: Agarrando aunque sea fallo.

 

Respeto la libertad de empresa y el derecho a lucrarse como representante, es un tema humano que no merece discusión. Reconozco que muchos equipos se desesperan por recibir las divisas que generan los traspasos al exterior, pues son vitales para cuadrar sus presupuestos. Admito que los jugadores pretendan realizar su sueño de jugar afuera y ver dólares engrosar su cuenta bancaria. Pero al hacer un balance de la gran cantidad de “VENEX” militando en ligas emergentes y con niveles de exigencia comprometidos, sin protagonismo ni obligatoriedad de trascender, sin la presión que genera al altísimo nivel… llegamos a la conclusión que seguiremos en desventaja ante nuestros rivales de Conmebol y no pasaremos de alegrarnos por sus metas personales y nada más.