Hacer de tripas corazón

 

 La Federación Venezolana de Fútbol presentó hace unos días un proyecto integral para el crecimiento del balompié criollo. Corazón Vinotinto se llama y las tres patas de ese trípode son: metodología, scouting y competiciones. Aparte están asesorados por la firma belga Double Pass. Implementar una filosofía de trabajo para no depender del azar. Creación e importación de conocimiento, pero con herramientas tropicalizadas para que esté al alcance de todos. Nutrirse de los hijos de la migración y los talentos en sitios recónditos. Aparte mejorar ese saber competir mediante los torneos. En el papel suena maravilloso.

Pero lo cumbre es que no solo está en papel, sino que tiene varios meses de implementación por parte de la FVF. Su presentación fue como es habitual en este rector: de traje y corbata. En lo visual no se les va ningún balón por debajo de pie. La cantidad de información sobre Corazón Vinotinto era abrumadora. Necesita de contemplación y paciencia para asimilar todo lo que abarca. Lo cierto es que si se cumple lo prometido en unas décadas se verá otro fútbol.

El crecimiento debería ser exponencial, en los clubes y selecciones de las diferentes disciplinas. Esta es la versión color de rosa. La FVF entró en un camino, que como dicen en el argot taurino, sales por la puerta grande o vas a la enfermería. En lo personal le aplaudo el coraje de la apuesta, pero la mejor forma de ayudar para que no quede en un ensayo y error, es fiscalizarla. Que se cumpla a rajatabla. Solo aplaudir puede dañar tanto como solo criticar. El que ame el fútbol venezolano debe velar porque el Corazón Vinotinto no deje de bombear sangre. Pero estamos en el país de lo posible, para bien o para mal, y que vive una crisis multidimensional. A diferencia de lo que dijo Diego Armando Maradona, aquí la pelota sí se mancha de la conflictividad. Por eso hay que hacer un breve repaso de la economía.

La famosa frase “Venezuela se arregló” duró menos que el restaurante Altum. Una sociedad ávida de buenas noticias y en plena pandemia se aferró a ese repunte económico. Previo a las mascarillas, vacunas y bombas de oxigeno se vivió una de las tres hiperinflaciones más largas de la historia. Luego de dos trimestres seguidos de contracción, lo que el bolsillo nos gritaba, las cifras del Observatorio Venezolano de Finanzas lo muestran. En el país del chistesito, más de un gracioso ya saca memes de “Venezuela se desarregló”. Nada nuevo para una nación en la que el economista Asdrúbal Oliveros le diagnosticó: “una economía frágil que no ha resuelto sus problemas estructurales”.

En El Estímulo, en su sección económica denominada El Interés tienen una nota con el siguiente titular: “Venezuela no se arregló: economía entra nuevamente en período de recesión”. En el texto nos dejan la siguiente radiografía: “La recuperación económica en Venezuela no solo está lejos, sino que pisó freno y está retrocediendo. Si en el momento en el que la economía estaba creciendo los expertos estimaban un tiempo de recuperación económica que podría llegar a tardar hasta 52 años si se mantenía una subida constante del indicador del PIB”. Lo reseñó Tiziana Polesel, presidenta de Consecomercio, las ventas cayeron un 68 por ciento con respecto a 2022. Números crudos e incómodos.

En Prodavinci hicieron un texto con las cifras de inflación del BCV. Se observan una serie de guarismos claves para entender dónde estamos parados.  “Las mediciones arrojaron que la inflación en 2022 fue de 234,08% y que en los últimos doce meses los precios crecieron 436,34%. Enero de 2023 reportó una inflación de 42,14%, el periodo con mayor incremento de precios de los últimos 24 meses”, letras que se sienten como una bofetada en la cara y un batazo en la billetera.

Pero… Aún hay más. “En los primeros cuatro meses de 2023 los precios aumentaron 86,73%. Los alquileres de vivienda subieron 55,70% durante el mismo periodo: el rubro que menos aumentó. En comparación, los precios de comunicaciones crecieron 145,99%. Los alimentos y bebidas no alcohólicas subieron 82,13%, por debajo de la inflación general”, añade la Unidad de Datos de Prodavinci. Los venezolanos somos los Rocky Balboa de la economía desde hace una década.

¿Qué tiene que ver eso con el fútbol? Sencillamente todo. No me voy a ir por la financiación del proyecto, porque han captado inversionistas privados y tienen la gran mano amiga del Estado. Es una necedad desconocer que el único actor económico con la capacidad de invertir en este tipo de iniciativas es el sector público. Ya quedará para otro espacio debatir el nivel de incomodidad que puede generar recibir dólares de un Estado que se difumina con el Gobierno. Esa es la realidad, guste o no.

Pero los receptores sí se pueden ver perjudicados. Vas a encontrar escuelitas de fútbol que trabajan con las uñas, que se las ha comida las crisis. Niños con serios problemas de desnutrición y de capacidad cognitiva por el estado deplorable de la educación pública, reflejada en los sueldos de miseria del magisterio. Clubes que se encuentran una población empobrecida que se piensa dos veces gastar los churupitos en unas entradas que en una harina de maíz precocido. Como en Matrix hay dos pastillas, la azul o la roja. Podemos seguir en la azul de puros lamentos o la roja de intentar luchar contra la crisis y un rezago histórico.

Tocará reinventarse, darla redonda y al pie. La FVF es a la que mayor responsabilidad se le endilgará en el cumplimiento de este proyecto. Pero todos los futboleros debemos dar nuestro granito de arena. Esta iniciativa debe ir más allá de los nombres. Debe continuar con el pasar de los años, aunque no sigan los Jorge Giménez, Vicente Suanno, Luis Ángel Sánchez o Luis Giménez. La idea tiene que ir por encima de los hombres. Capaz los que leen estas letras no disfrutemos a pleno los frutos de este proyecto. Pero cambiar el “como vaya viniendo, vamos viendo” es vital.

Abrazarse a la empresa privada y engancharla. Evitar la dependencia excesiva del Estado-Gobierno, porque hoy los planes de la nación van encaminados a invertir en deporte. El arribo de los Leones del Caracas al estadio de La Rinconada es una muestra. Pero en el mañana puede cambiar esos intereses. Se llame Corazón Vinotinto o se le de otra denominación con el pasar de los años, esta aventura debe continuar. En un país sin gran cantidad de cursos para formarse ni dólares Cadivi para ir al extranjeros, los textos de ADN Vinotinto le darán un forma al trabajo. En un país incomunicado por los escasez de gasolina y un éxodo de 7 millones de personas, pescar talento en la Venezuela profunda y en el exterior es un deber. Que lo anterior se potencia con una buena estructura de torneos es la coronación de una idea.

La economía no miente. Muchas veces se esconde un milagro detrás de cada balón que rueda en un país arrasado como si hubiese vivido un conflicto bélico. Esperemos que la convicción y las intenciones de la FVF sepan volar en medio de la tormenta. Que, si les toca amarrarse a un mástil, lo hagan para no caer en cantos de sirena. Promesas grandilocuentes como el advenimiento del VAR o la creación de una Universidad del Fútbol aún se esperan. Como dijeron los argentinos en Catar: “Elijo creer”, pero sin dar patentes de corso. La Vinotinto no tiene margen de error si desea cambiar su realidad ni puede depender de un Mesías. Son días de hacer tripas corazón.

 

Comentarios a @Lvilchez8